Chapter Text
No había tomado nada de alcohol en toda la cena, ni tan siquiera cuando el camarero intentó insistir en que catara el vino que traían para la mesa, no había tomado ni una sola gota de alcohol, pero lo cierto es que mentiría si dijera que recordaba del todo bien la última hora, y mentiría mucho más si dijera que no se sentía mareada en lo absoluto. Porque lo cierto es que su mente se había nublado hace mucho, su respiración alterada le imposibilitaba pensar con claridad y una de las dos únicas cosas que podía sentir a la perfección era su corazón bombeando con locura.
Y lo otro que podía sentir, claro está, eran los toques de Hiccup.
Sus fuertes manos la tenían apretujada en contra el frío cristal del elevador, subiendo poco a poco de la manera más disimulada posible su vestido, él quería arrancarle toda la ropa ahí mismo, cuanto antes, pero sabía perfectamente que tenía que tomarse su tiempo, que tenía que contenerse para no espantarla… además que forzarse a hacerlo todo lentamente le permitía disfrutar por completo la experiencia de tenerla entre sus brazos, había algo extremadamente placentero en obligarse a sí mismo y obligarla a ella a esperar sin verdadero motivo por el máximo placer.
Los labios de él dibujaban besos y chupetones sobre la poca piel de su cuello que había logrado descubrir de la suave tela, sus manos aprietan y se pasean por todas las zonas que tiene al alcance, pero limitándose un poco, tan solo rozando las partes más íntimas, tentándola, dándole una idea de lo que realmente quería hacer con ella, provocando que desde su pálida garganta se escaparan todo tipo de sonidos lascivos.
Hiccup gruñe por lo bajo cuando Elsa lo toma con fuerza del cuello de la camiseta para obligarlo a levantar la cabeza. Ella acuna su rostro con ambas manos para tomar bruscamente sus labios cuanto antes. Desliza sus manos para enredar sus finos dedos entre todos esos alocados mechones castaños, tirando un poco de ellos para mantener juntos sus rostros lo máximo posible. Elsa realmente intenta tomar todo el control de la situación, intenta que él se deshaga por completo por ella, intenta adueñarse por completo de su boca y su mente, pero él toma el mando mucho antes de que ella pudiera intentar nada, él sencillamente se apodera de absolutamente todo.
Hiccup logra llevar sus dedos hasta los suaves muslos de Elsa, los aprieta con fuerza, dejando rojas marcas con una facilidad increíble gracias a la delicada y extremadamente pálida piel de ella. La levanta con un solo movimiento, haciendo que ella le rodee el torso con las piernas, apretando todo lo posible sus cuerpos.
Se separan cuando escuchan el timbre del elevador, Hiccup mantiene por unos segundos su frente apoyada contra la de Elsa, los ojos cerrados para concentrarse tan solo en los magníficos jadeos de ella, en el adictivo calor que transmitía todo su cuerpo, en lo perfectas que se sentía cada una de sus curvas contra su cuerpo y sus palmas. Abre los ojos solo cuando escucha las risillas de Elsa.
Le pasa el pulgar derecho por el labio inferior una sola vez.
—Creo que sí que quiero verte con la marca de mis besos por todo el cuerpo —le susurra ella con dificultad, mirando fijamente lo enrojecidos que habían quedado los labios de él por todos los besos que había compartido. Le da unas palmadas en los hombros, le indica que la deje en el suelo e Hiccup acepta de inmediato, él se apresura para mantener abiertas las puertas heladas del ascensor con una sola mano.
Ella lo toma de la corbata y empieza a tirar de él juguetonamente, él suelta una gustosa risotada mientras se apresura a caminar detrás de ella, encantado por el gesto de la platinada, sintiendo como el corazón le latía con locura dentro del pecho.
Cuando llegan a la puerta de su departamento, Elsa intenta abrirla cuanto antes, pero las manos de Hiccup la detienen, tomando sus caderas bruscamente, haciendo un tirón para llevar la parte inferior de su cuerpo contra su entrepierna. Ella suelta por accidente la corbata negra que hace unos segundos tenía bien apresada, apoya ambas manos rápidamente contra la madera. Algo de susto la remueve, porque siente perfectamente una de las manos de Hiccup levantando su vestido, siente luego la manera en la que él se divierte jugueteando con el bordillo de su ropa interior, no puede evitar voltear primeramente hacia las demás puertas del resto del inmenso pasillo. Era tarde, sí, la noche había llegado hace horas, la madrugada acababa de empezar, pero no había nada que le garantizara que absolutamente nadie saldría de sus departamentos.
Un chillido se le escapa de sus labios rojos cuando él tira levemente su cabello.
—No pienses en ellos —le ordena bruscamente, desplazando con una cruel lentitud sus dedos sobre la tela de la lencería—, piensa solo en mí, Elsa, no tienes permiso para pensar en absolutamente nadie más.
Y aunque su cuerpo reaccionaba perfectamente a esas palabras y a esa voz, su orgullo se negaba a ceder lo más mínimo.
Joder, ella era una Queens, y por mucho que Hiccup Haddock fuera irresistible, su imagen siempre iría por encima de cualquier calentón que tuviera en el cuerpo.
—Haddock, como te atrevas a follarme en este pasillo te meto tal patada que te van a tener que hacer eunuco —amenaza con una firmeza fría y altiva, finalmente mirándolo por encima del hombro. Se muere de rabia al ver esa sonrisa presumida plasmada en el rostro—. Hablo en serio —deja en claro.
Su cuerpo no le hace caso, tiembla por completo cuando los dedos de Hiccup empiezan a acariciarla por encima de la tela, presionando contra sus pliegues con crueldad. Intenta empujarlo, pero una sola mano le basta para mantener quietas ambas muñecas, dejando la forma de sus dedos marcada por un poco más de tiempo que cuando se aferró a sus muslos. Elsa muerde con fuerza su labio inferior cuando siente los dedos de Hiccup finalmente acariciándola por debajo de la fina tela, se sentía tan condenadamente bien, pero se negaba por completo a gemir para él en esas condiciones.
Con la voz entrecortada por los jadeos, él le dice. —Te he dicho que no pienses en nadie más.
—Hablo en serio, Haddock —le repite, retorciéndose contra la puerta, frustrándose porque su cuerpo era incapaz de hacerle caso a su mente, frustrándose por todo el placer que le brindaban esos condenados dedos—. Aquí no —insiste, moviéndose más bruscamente, intentando empujarlo con su cuerpo varias veces, consiguiendo dos resultados. O él con su fuerza lograba seguir manteniéndola en un solo sitio, o ella llevaba a su propio cuerpo a presionarse más contra el candor asfixiante de él—. Hiccup —vuelve a llamarlo, ahora más como una súplica.
En ese momento siente sus brazos libres, pero antes de que siquiera pudiera llegar a pensar cómo quería moverse, la misma mano ahora la sujeta duramente de la mandíbula y la obliga a levantar por completo el rostro. Elsa no puede evitar fundirse en aquel intenso y necesitado beso, ni una sola parte de su cuerpo puede evitar derretirse ante todos los toques de Hiccup.
Le araña desesperada los brazos cuando siente que aquellos dedos finalmente se entierran bruscamente en su interior, gime en contra de sus labios pero el agarre en su mandíbula se endurece aún más porque él se niega por completo a terminar allí el beso. Sus dedos entran y salen a un ritmo acelerado, de vez cuando desviándose para atender su punto más delicado, las piernas de ella tiemblan sin parar y sus uñas rasgan levemente la madera de la puerta, rebuscan sin parar alguna superficie en la que apoyarse mejor, su cuerpo entero se retuerce contra el de Hiccup. Su mano se desliza lentamente hacia abajo, contrastando con los rápidos movimientos de la otra mano, hasta llegar a apretar levemente su cuello, apenas ejerce algo de presión, solo lo suficiente como para que Elsa fuera plenamente consciente de que él la sujetaba desde el cuello.
El beso se rompe de momento a otro y los gemidos desesperados de Elsa empiezan a resonar por todo el pasillo, aprieta con fuerza los párpados y baja la cabeza todo lo que puede con el obstáculo de la mano de Hiccup de por medio porque está totalmente segura de que la mente se le nublara por completo si se atreve a mirarlo a los ojos. Puede escuchar sus jadeos y gruñidos, siente su cálido aliento contra la piel, siente su dura erección clavándose contra su cuerpo.
Es plenamente consciente de lo alto que está gimiendo, de lo agudos que son sus sonidos, de que están resonando en una zona con un eco tremendo, necesita volver su mirada a las otras puertas y asegurarse que nadie esté saliendo de allí.
Los dedos de Hiccup aprietan con rabia su punto más sensible, obligándola a tirar la cabeza hacia atrás, arrancando de su garganta el gemido más agudo y alto que había soltado hasta ahora.
—Te dejaré entrar en tu departamento cuando solo me tengas a mí en tu mente —gruñe contra su oído, con un tono claramente enfadado y exasperado—. Así que deja de pensar en otras personas.
—Alguien podría vernos —murmura ella, temblando, mirando fijamente las puertas.
—Si tanto te molesta, les arrancaré los ojos a todos por ti —es todo lo que le dice, con una firmeza que asustaba, coronando todo con un suave beso en la mejilla que solo conseguía mandarle mensajes contradictorios—. Llevas demasiado tiempo acaparando por completo mi mente, lo justo es que yo la acapare por al menos una noche.
Ella niega con la cabeza. —Hay cámaras por todos lados en este edificio.
Hay cámaras por todos lados en tu departamento. Se detiene justo antes de responderle aquello.
—Pues borraré todas las grabaciones por ti —susurra con un poco más delicadeza, ahora intentando convencerla en vez de estar dándole órdenes, llevando a cabo ahora un ritmo más tranquilo, mucho más lento y cariñoso, un ritmo cuidadoso que provoca que Elsa se removiera con algo más de gusto contra el cuerpo de Hiccup. Sus dedos dibujan lentos círculos, rozando su punto más sensible, jugando con su estabilidad y su paciencia. Poco a poco, vuelven a adentrarse por completo en el interior de ella, tomando un ritmo calmado que poco a poco va creciendo hasta volver a esa asfixiante velocidad de antes.
Las delicadas uñas de Elsa arañan la madera, dejando en la puerta evidentes marcas de su placer.
Entre jadeos, palabras a medio formar y agudos gemidos, una sola petición llega a formarse con claridad. —¡Más! —su alterada voz resuena por todo el pasillo, pero si eso le importaba en lo absoluto a Elsa no lo mostró en lo absoluto. Lo cierto es que en esos momentos todo lo que había en su mente era el gran placer que la recorría de pies a cabeza, todo lo que su piel sentía era la calidez de Hiccup, todo lo que oía eran los jadeos y gruñidos de Hiccup que de vez en cuando se combinaban con tiernos cumplidos.
Apenas unos pocos segundos de aquella petición, la espalda de ella se arqueó y todo su cuerpo se tensó bruscamente. Elsa recargó todo su peso en contra del cuerpo de Hiccup mientras su primer org*smo de la noche la dejaba hecha un completo desastre. Se aferraba como podía a los brazos de él, que la sujetaban firmemente y la mantenían alejada del suelo, intentaba recuperar la respiración cuanto antes pero los leves círculos que Hiccup volvía a trazar no la ayudaban en lo absoluto.
Cuando finalmente se pudo mantener en pie por su cuenta, Hiccup la soltó lentamente, incluso dio un paso hacia atrás, dándole al fin algo de espacio personal, obligándola a aferrarse en el manillar mientras relajaba todo lo posible sus temblorosas piernas.
Hiccup decide que lo mejor es no decir nada, lo mejor era sencillamente quedarse ahí, esperando a la respuesta que ella daría a su muda pregunta.
¿Le dejaría entrar o había llevado las cosas demasiado lejos?
Vio la manera en la que ella se volteaba muy levemente, apenas observándolo de soslayo por encima del hombro por unos cortos segundos antes de regresar a encarar la puerta. Temblorosa, busca las llaves de su apartamento en su pequeño bolso.
Entreabrió levemente la puerta antes de volver a voltearse hacia él. Sus mejillas están rojas, su respiración sigue intranquila, su mirada está llena de dudas, de inseguridad… pero no de indignación o enojo.
Vuelve a tomarlo de la corbata.
—Ven —su voz es calmada y dulce, pero aquello es evidentemente un orden. Una sonrisa victoriosa se dibuja perfectamente en el rostro de Hiccup mientras da los primeros pasos hacia el interior del hogar de Elsa. Quiere saltar sobre ella en cuanto cierra con una mano la puerta, quiere arrancarle de una vez ese magnífico vestido, quiere apresarla nuevamente contra una pared cualquiera y finalmente hacerla suya de todas las maneras posibles.
Pero el agarre sobre su corbata es firme, y la curiosidad vence a sus necesidades.
Elsa lo guía hasta un elegante sofá gris que queda justo delante de un televisor enmarcado por una gigantesca estantería de libros, seguramente con la oscuridad del apartamento —tan solo la luz de la luna y la amarilla iluminación de las farolas alumbraban el departamento— Elsa no lo había notado, pero a él no le había costado nada darse cuenta de que una de las cámaras apuntaba justo el lugar en el que ella lo había dejado sentado, apuntaba justo hacia ella, grabando cada uno de sus movimientos.
O tal vez sí que lo sabía, tal vez sí que se había dado cuenta. Tal vez, lejos de toda lógica, ella sabía exactamente qué tipo de persona era él, tal vez había descubierto toda la verdad. Todo el tiempo que estuvo persiguiéndola, todo el tiempo que había planificado que ella lo conociera de la mejor manera, todo el tiempo que tuvo en su poder toda su vida personal, todas las malditas cámaras que se habían instalado esa misma noche en su departamento, tal vez ella ya lo sabía todo y sencillamente le daba igual, tal vez Elsa sabía quién diantres era Hiccup Haddock en verdad y no le importaba entrar en ese mundo podrido que él gobernaba.
Y aunque Elsa se está quitando el vestido lentamente para darle todo un espectáculo, aunque lo que empieza a ver es maravillosamente similar a todos esos sueños que ha tenido sobre ella, sabe perfectamente que ninguna de sus suposiciones son ciertas. Elsa no sabe quién es él, Elsa no sabe de lo qué ha sido capaz de hacer solo para llegar a este momento.
Elsa no sabe que le ha abierto las puertas de su casa y su corazón a un monstruo.
Un monstruo que sabe que ahora mismo hay una cámara grabándola en un momento tan privado y vulnerable, un monstruo que, cuando ve a una pobre mujer entregándose con tanta confianza a un infierno absoluto, solo es capaz de gruñir encantado cuando ve su conjunto celeste de lencería que combina tan bien con sus brillantes ojos azules. Un monstruo que desabrocha su cinturón mientras la mira fijamente, un monstruo que se relame levemente los labios mientras saca su duro miembro de sus pantalones.
Una risilla se le escapa de los labios a Elsa. El paso de sus tacones resuenan por la oscura sala, el cuerpo de Hiccup pega un respingo impaciente cuando ella se sienta en sus piernas.
—Eres tan impaciente —se burla con una sonrisa encantadora.
Sus suaves manos le quitan la chaqueta lentamente mientras él la observa fijamente, mientras él de vez en cuando intenta atraparla entre sus brazos, pero Elsa lo detiene con una mano para dejar cuidadosamente la prenda sobre el respaldar del sofá. Tira del nudo de su corbata lo justo para que pueda quitársela, tal como hace con la chaqueta, la deja con cuidado contra la tela gris del sofá, siendo ella quien ahora lo obligaba a tomar las cosas con calma.
Cuando sus finos dedos se toman su tiempo en desabotonar su camisa, Hiccup decide que ya ha esperado demasiado, la agarra con brusquedad de la cintura e intenta deshacerse de la poca ropa que le quedaba. Elsa le toma de las muñecas y clava un poco sus uñas en la tatuada piel de Hiccup.
Hiccup bufa frustrado. —Elsa… por favor…
Ella no muestra nada de piedad en su mirada. —Deja de ser tan impaciente —es todo lo que le dice antes de dejar las manos de Hiccup a cada lado de su cuerpo para asegurarse que no seguiría interrumpiéndola. Al verlo quieto, Elsa retoma su trabajo de desvestirlo con cuidado. Lo siente temblar cuando finalmente lo despoja de su camisa y pasa sus frías manos por los tatuajes de sus costillas, siente sus latidos intranquilos cuando se inclina para llenar de besos su cuello. Lo escucha suspirar y jadear con cada beso y chupetón, lo oye maldecir y gemir cuando se acomoda para restregarse contra su erección lentamente.
Se aleja para ver como traga saliva con dificultad, su cuello y su clavícula están llenos de su labial rojo. Una sonrisa victoriosa se dibuja en su rostro al verlo marcado por sus besos, al ver como las serpientes con sus fauces abiertas se quedan olvidadas bajo las roji*zas marcas de labios.
Al bajar un poco más la mirada puede ver lo tremendamente desesperado que está por algo de atención.
Hiccup tira su cabeza hacia atrás mientras suelta un fuerte gemido cuando una de las manos de Elsa finalmente toma su duro miembro. Comienza a jadear sin control por los rápidos movimientos de la muñeca de ella, aprieta con fuerza los dientes cuando a las caricias se suman nuevos besos húmedos en su cuello que pronto suben hasta sus labios en un desesperado beso del que Elsa toma todo el control.
Su mano libre se enreda en sus castaños mechones, tira un poco de ellos para dirigirlo por donde quiere, él se limita a derretirse debajo de ella, mantiene las manos en el sofá porque realmente no sabe dónde están los límites que Elsa intenta marcar y prefiere no arriesgarse a que todo se acabe bruscamente.
Y aunque hizo un gran trabajando manteniéndose quieto, termina gruñendo frustrado cuando de momento a otro ella detiene todas sus acciones e incluso se levanta de su regazo, tira levemente de su cabello en una forma desesperada de calmarse un poco, se pasa las manos por el rostro, de forma tan lenta que casi se pierde lo que estaba pasando justo delante de él.
Elsa abre un poco las piernas de Hiccup, solo porque necesita algo más de espacio para lo que quiere hacer. Se pone de rodillas mientras tira su blanco cabello hacia atrás, lamentándose un poco por no tener tiempo de ir a por una coleta o cualquier cosa que mantenga su pelo en su sitio. Pasa las manos por los muslos de Hiccup, deteniéndose justo antes de llegar a su miembro, deleitándose un poco por los espasmos insistentes de sus caderas en búsqueda de retomar el contacto.
Ahora es ella quien traga saliva con dificultad, cuando está a unos pocos centímetros de ese miembro tan grande. Incluso unas risas nerviosas logran escaparse de sus labios rojos.
—Que quede constancia —comienza a decirle mientras vuelve a tomar su glande, ahora solo sosteniendo la base—, que hacemuchoque no me acuesto con tío cis. Si hago algo que no te gusta, dímelo, ¿vale?
Pero Hiccup solo sigue jadeando y revolviéndose. —Por el amor de Freyja, ¿puedes dejarte de putos rodeos antes de que pierda la cabeza?
Ella alza una ceja con una mueca de exagerada molestia para darle a entender que realmente tiene que dejar su impaciencia, lo ve volviendo a tirar la cabeza hacia atrás mientras pronuncia unas disculpas a regañadientes. Rueda los ojos con algo de gracia antes de inclinarse para dejar un beso en su miembro, marcándolo con su pintalabios. Lo escucha gruñir y lo ve arañando el respaldar del sofá, tiene que presionarle los muslos para evitar que siga tirando sus caderas hacia adelante.
Se ríe un poco por lo desesperado que era su comportamiento, por la forma en la que no podía evitar revolverse y exigir más atención, hacerlo esperar de esta forma le parecía un castigo más que justo.
Karma en todo su esplendor.
Esperó unos pocos segundos antes de finalmente volver a tomar su miembro e inclinarse para dar una larga lamida desde la mitad hasta la punta, donde deja un tierno beso que arranca un gemido desesperado de Hiccup.
—Por favor —él vuelve a rogar, finalmente regresando la mirada hacia ella.
Elsa decide dejar de jugar con él, sus labios rodean el miembro de Hiccup y empieza a descender todo lo que pueden. Tiene que forzarse a sí misma para no retroceder de inmediato, se tiene que recordar respirar lentamente por la nariz y no presionar demasiado sus propios límites. Ahora recuerda porque hace tiempo que no se acostaba con ningún tío cis, nunca había sido realmente buena haciendo este tipo de orales. Compensaba lo poco que abarcaba con la boca con movimientos lentos de su mano, pero una vocecilla en el fondo de su cabeza le repetía que no era suficiente.
No puede evitar sentirse un poco frustrada. Su falta de habilidad, el nerviosismo que empezaba a recordarle el cuerpo, su cabello que ahora le parecía buen momento para meterse en el camino.
Pega un leve respingo cuando siente las manos de Hiccup tomando delicadamente todos los mechones rebeldes que había caído en su rostro. Una vez recogidos, usa solo una de sus manos para servir como coleta para ella.
—¿Mejor? —le pregunta con una voz grave y ronca que la hace temblar de pies a cabeza. Ella lo suelta no solo para responder sino para tomar un poco de aire.
—Sí, bastante mejor —dice entre risas nerviosas, temblando levemente—. Lo estoy haciendo fatal, ¿verdad?
Hiccup no puede evitar reírse. —Yo me lo estoy pasando divinamente —antes de que ella pudiera pedirle que no mienta, él se inclina un poco hacia ella para acariciarle la mejilla derecha con su mano libre—. ¿Quieres parar? —le pregunta delicadamente, suavizando un poco el agarre de su cabello.
—No es que quiera parar, es que sé que lo estoy haciendo mal —confiesa, apartándose un poco, desviando la mirada.
Hiccup pasa con dulzura sus dedos por su blanca melena y ella cierra los ojos para disfrutar de las tiernas caricias. A Elsa le seguía confundiendo los cambios tan bruscos de comportamiento que Hiccup mostraba en tan poco tiempo. Hace unos minutos él había tomado bruscamente el control, había tomado exactamente lo que quería sin importarle sus límites, pero ahora estaba mimándola, asegurándose de que se sintiera plenamente cómoda con lo que estaban haciendo en ese momento.
—¿Me dejas intentar algo? —le pregunta con una sonrisa insegura, increíblemente distante a aquella sonrisa victoriosa y burlona que le había dedicado mientras la tenía apresada contra la puerta de su apartamento. Elsa accede, más que nada por curiosidad de qué sería capaz de hacer Hiccup al darle permiso.
A lo largo de la corta conversación el agarre en su cabello se había aflojado, por lo que Hiccup vuelve a reacomodar su blanca melena para tenerla bien sujeta en un puño. Se acerca un poco más al borde del sofá y empuja el rostro de ella para acercar más su miembro.
—¿Puedes volver a hacer lo de antes? Lo de lamerlo —pregunta con ternura, Elsa responde cumpliendo su petición, tomando suavemente su miembro y pasando su lengua desde la base hasta la punta. Lo escucha gruñir con gusto—. Sí, justo así. Sigue haciéndolo.
Elsa no sabe distinguir si aquello es una orden o una petición, la cuestión es que obedece, repite la acción varias veces, variando hasta donde llegaba, desde donde comenzaba, alternando de vez en cuando algunos besos húmedos que dejan la marca de su labial. Recupera un poco de su seguridad al oír los jadeos y gemidos de Hiccup, pero el sentimiento no le dura mucho pues a los segundos él empieza a dirigirla hacia la punta de su miembro, dejándole muy claro qué era lo que tenía que hacer.
Vuelve a tomar todo lo que puede, intenta rodear una vez más la base con sus dedos, pero Hiccup le indica que no lo haga.
Lo siente empujando levemente su cabeza hacia abajo, de forma lenta y cuidadosa, pero insistente. Araña sus muslos por el nerviosismo, dejando que él siga bajando su cabeza mientras ella succiona como puede a la par que intenta respirar con normalidad.
—Eso es —lo escucha gruñir encantado—, justo así, princesa.
Sabe que finalmente ha llegado a la base cuando Hiccup suelta un gemido particularmente alto. No tiene tiempo para acostumbrarse porque la mano que sujeta su cabello empieza a guiarla para que suba y baje a un lento ritmo, yendo desde la base hasta la mitad una y otra vez, complicando la respiración de ella porque llegar hasta al final en ningún momento se hace más fácil.
Hiccup ignora que Elsa arañaba levemente sus piernas para centrarse en aumentar la velocidad en la que hace que su cabeza baje y suba, se concentra en lo increíblemente bien que se siente estar dentro de su boca, se concentra en los escalofríos de placer que le recorren el cuerpo entero. No se fija en las pequeñas lagrimillas que se van formando en los ojos de Elsa por la falta de aire, no se fija en cómo le está costando respirar, no se fija en el nerviosismo que sigue recorriéndola.
Solo vuelve en sí cuando siente que da unas cuantas palmadas suaves contra su muslo para llamar su atención.
Elsa jadea bruscamente en cuanto Hiccup la aleja, su labial se ha borrado bastante de su piel gracias a las miles de marcas que dejó sobre el cuerpo de Hiccup. Unas pequeñas lagrimillas se deslizan de forma lenta desde sus ojos hasta su quijada, arrastrando un poco de rímel con ellas, dejando un rastro negruzco sobre su pálida piel. Ante aquellas manchas, Hiccup se inclina levemente, aún jadeando y con la respiración alterada por completo, para limpiar mediante suaves caricias el rostro de Elsa.
Al terminar, baja una mano hasta su mentón para alzarlo levemente y obligarla a mirarlo en todo momento a los ojos.
—Eres maravillosa —la elogia, volviendo a acariciar su mejilla con cuidado, generando una sonrisa preciosa en el rostro de ella—. Lo mejor que jamás me pudo haber pasado —continúa, tomando ahora sus manos para levantarla y guiarla para que se siente en su regazo—. Soy el hombre más afortunado de toda la historia —susurra encandilado, deshaciéndose finalmente de la poca ropa que seguía cubriendo su suave piel. Se recuesta contra el respaldar cuando la tiene finalmente desnuda por completo, se queda en silencio por unos segundos, trazando poco a poco cada una de sus curvas, apreciando cada centímetro de su figura—. Dioses… eres sencillamente perfecta —suspira, completamente derrotado, rendido ante ella. Se inclina hacia su cuello para volver a llenarlo de besos húmedos y lentos, sus manos la guían para colocarse justo encima de su miembro.
Alza las caderas y tira lentamente de ella, Elsa se aferra al cuello de Hiccup y este aprovecha para atender sus pechos. Su cuerpo entero tiembla y su corazón está a punto de estallar mientras siente el miembro de Hiccup abriéndose paso en su interior. Recuesta la frente contra el sofá, gime, jadea y maldice contra el oído de Hiccup, él sigue tirando de ella hacia abajo mientras sus dientes mordisquean uno de sus pezones.
—¡Hiccup! —araña su espalda y pega un leve respingo cuando nota que él está completamente dentro de ella. Se retuerce levemente incómoda, intentando acostumbrarse a la intromisión, a aquel sentimiento que hace tanto tiempo dejó de ser habitual. Tiembla al sentir los dedos de él acariciando su espalda, apenas rozándola, provocando intensos escalofríos por su columna vertebral. Elsa sube y baja las caderas, desesperada por algo de movimiento—. Por favor, realmente lo necesito —le ruega, moviendo como podía las caderas, apretándolo lo máximo posible, exigiendo algo de rudeza, algo de velocidad de su parte.
Él le muestra esa misma sonrisa victoriosa en cuanto deja de atender sus pechos, sus ojos verdes brillan en la oscuridad con un toque que Elsa sencillamente es incapaz de distinguir. Antes de que pudiera volver a pedirle nada, él la toma con fuerza de la cintura para alzarla y así salir bruscamente de ella. La tira hacia el espacio vacío que quedaba del sofá rápidamente y antes de que Elsa terminara de comprender qué estaba haciendo, Hiccup toma con fuerza y posesividad sus muslos para abrir por completo sus piernas y colocarse en medio.
Toma sus muñecas y las deja sobre su cabeza, apresándola con una sola mano mientras la otra sujeta sus caderas para volver a adentrarse en su interior, ahora de una forma mucho más brusca y dura. El ritmo de sus estocadas es terriblemente rápido y brusco desde un inicio, sin darle un solo segundo para respirar a Elsa, llevando todo su cuerpo a niveles que nunca antes había llegado a experimentar. Ella se remueve, arquea su espalda, rodea como puede el torso de Hiccup con sus piernas, intenta tomar algo de aire pero solo es capaz de gemir y rogar por más.
Él suelta sus muñecas para sujetarla de la cintura y alzar un poco su cuerpo y así poder seguir marcando cada centímetro posible con chupetones y besos húmedos que de vez en cuando terminan en juguetonas mordidas. Sus cuerpos chocaban bruscamente, con una leve capa de sudor cubriendo ambos, fundiéndose el uno con el otro de tal forma que entre caricias y besos es complicado diferenciar el cuerpo marcado con labial del cuerpo marcado por besos y chupetones.
Ella rasguña su espalda, tira un poco de él para poder ocultar el rostro contra su cuello, su voz repite una y mil veces el nombre de Hiccup mientras se aferra con toda su fuerza a su cuerpo. Su cuerpo entero arde, su mente está al borde de la locura y puede sentir que definitivamente ha llegado a su límite.
—Eres perfecta —dice contra su oído, deleitándose en la manera en la que sus paredes apretaban su miembro, gozando lo bien que suena su nombre en la dulce voz de Elsa. La siente temblar sin parar, la siente arañando su espalda descontroladamente, como si intentara buscar el mejor punto al que aferrarse. Le da igual la irritación de su piel, todo lo que está ocurriéndole en ese momento es simplemente perfecto—. Me vuelves loco, no puedo dejar de pensar en ti, no puedo vivir sin ti.
Vuelve a sentir como todo su cuerpo se tensa, como su piel se aprieta más contra la suya al arquear por completo su espalda, puede sentir a la perfección como finalmente todo su cuerpo se relaja de tal forma que parece estar derritiéndose por todo el calor que generaban sus cuerpos. Elsa jadea pesadamente a la par que de vez en cuando insiste en besar el cuello o la clavícula de Hiccup.
—¿Hiccup? —lo llama confundida, con su voz agotada pero algo angustiada. Él se había detenido por completo cuando Elsa llegó al clímax, pero ahora estaba retomando su ritmo, entrando y saliendo duramente, sin importarle el agotamiento de ella, que, ahora con la mente un poco despejada, se ha dado cuenta del gran error—. Es…espera… Hiccup, un momen-
Pero sus estocadas siguen, rápidas y algo dolorosas de lo fuertes que eran, desesperadas y sin control. Elsa intenta sentarse, empujarlo un poco, pero solo consigue que él vuelva a sujetarla de las muñecas, ahora usando ambas manos, asegurándose de que no haría nada para detenerlo ahora que él mismo estaba tan cerca del org*smo.
—¡Hiccup! —insiste en llamarlo, en intentar liberarse, en intentar que su mente no se volviera a nublar.
Él gruñe con algo de molestia. —Todavía no he acabado contigo, princesa —es todo lo que le responde mientras entra y sale sin control—. Dioses, estás apretándome tanto, se siente tan bien.
—Es…espera… espera, por favor —ruega ya desesperada, completamente rendida por el placer que se adueñaba de todo su cuerpo, rogando que por lo menos Hiccup la escuchara. Entre jadeos y maldiciones, logra decirle—. No te has puesto condón, no te corras dentro, por favor.
Joder, se ha dado cuenta. Hiccup maldice en su mente mientras gruñe en voz alta. Asiente varias veces y cierra los ojos para que ella no notara la rabia contenida, apresura más sus movimientos se empuja al límite lo más que puede, y cuando siente que está a punto de estallar sale bruscamente de ella, consiguiendo un último gemido agudo de su parte que sigue resonando en su cabeza mientras él termina el trabajo con su propia mano, corriéndose contra el vientre de ella, manchándola ahora con su sem*n.
Se sujeta del respaldar y del reposabrazos para recuperar el aire, jadea con dificultad y mantiene los ojos bien cerrados porque sabe perfectamente que perderá todo su autocontrol si se atrevía a mirar cómo había dejado a Elsa.
Se termina recostando poco a poco encima de ella una vez su respiración está más tranquila, con la cabeza sobre sus pechos. Pasa sus manos suavemente de arriba abajo mientras ella acaricia su cabello.
Aquello era el paraíso mismo.
No la mira a los ojos mientras murmura lo siguiente, ni siquiera abre los ojos, prefiere no ver nada para ahorrarse cualquier posible decepción.
—Te amo —susurra contra su piel, convenciéndose de inmediato que había sido un horrible error.
Pero Elsa sigue mimándolo, sigue pasando sus suaves y finos dedos por sus mechones. Siente algo de esperanza creciendo en su interior, pero lo cierto es que pone sus expectativas demasiado altas.
—Eres lo mejor que me ha pasado, Hiccup —le responde ella, con completa sinceridad, pero dejándole en claro de inmediato que no está lista para esas grandes palabras de las que él ya estaba completamente seguro.
No suspira pesadamente, no se queja, no se retira. Se queda en su sitio, acariciándola, agradeciendo las caricias.
Lo amaría… con el tiempo…. con muchos engaños y manipulaciones de por medio, pero lo amaría.